EL COBARDE

Ignacio Porto
2 min readJun 13, 2020

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Expulsado por cobarde, esa fue la sentencia sin apelación. Iktan tuvo que abandondar la ciudad dorada y no regresar jamás.

La jungla sería, ahora y para siempre, su hogar. Esa selva inmensa como la luz del día y profunda como la noche. Esa misma, implacable, en la que nadie podía durar.

Vagó por días entre el calor, el cansancio y la sed, se detuvo cuando llegó al mar. Tuvo la suerte de llegar allí, de no ser devorado por los jaguares, las serpientes o los insectos; esos invisibles diablos que lo llenaban a uno de fiebre y enfermedad. Pasaría el resto de sus días mirando las olas.

Una mañana lo despertó un golpe seco. Iktan sintió pánico. Unos seres lo maltrataron y lo llevaron frente a dioses de cuerpos acorazados y trueno en las manos.

“Guíanos” fue la orden que le dieron. El sabía lo que moraba detrás de esos ojos, ese deseo de oro, cuerpos y tierra. E Iktan, otra vez, no tuvo valor.

Encabezó la expedición al corazón de la selva. No desafiaría a los dioses guerreros, no se atrevía a volver a la ciudad. Por días los guió, y al fin encontró la solución.

El calor era una niebla espesa, los insectos los rodeaban al pasar. Iktan había acatado el destierro. Había, también, guiado a los dioses guerreros.

Los llevó por cada recodo y camino perdido, por cada árbol caído. La selva inmensa como la luz del día y profunda como la noche les dió todo lo que les podía dar. Como jaguares, serpientes e insectos.

Como morir acompañado en soledad.

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Written by Ignacio Porto

Cuentacuentos. Guionista. Amante de las historietas.

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