EL CONTRATO
No era un trabajo que hubiera aceptado en otra situación. Pero había llegado al punto de no diferenciarse de un mendigo. Además de eso se trataba ser mercerio, aceptar encargos por dinero. Pelear y matar por oro.
Eran mal vistos por el resto de los gremios, pero a fin de cuentas eran ellos los que tomaban los trabajos peor pagos y más peligrosos. Ésos que ningún otro hombre de armas se dignaría a tomar.
“No hay honor en el dinero”, le había dicho un soldado antes de una pelea, hacía tiempo. Y Lensten lo sabía, pero sí en el trabajo realizado, en cumplir los términos del contrato.
A Lesten no lo movía la crueldad como a otros como él, lo suyo era más bien natural. Había nacido con eso. El respeto no, ése le costó caro aprenderlo.
Por eso no dudó cuando se lo propusieron. Oro por muerte, la ecuación de siempre. La historia era más o menos parecida a muchas de otras veces. Una aldea pobre tenía problemas y había que ponerle fin como fuera. Habría luna llena, sangre, dientes. Aceptó el trabajo y se fué.
Todo terminó rápido, él era así de bueno. Lesten se avergonzó de disfrutar con eso, con tanta violencia y muerte.
Era buen oro por poco trabajo, comió la carne con gusto mientras pensaba en eso. No le importó el hedor de los cuerpos. Aulló a la luna con satisfacción.