Microcuento 15
Nov 5, 2024
Lo peor no era el encierro, ni la oscuridad, ni el sudor frío del miedo. El ascensor estaba detenido hacía vaya uno a saber cuánto, y era tan chico, tan asfixiante.
Lo peor era el dolor, punzadas crueles que no paraban de atacarla. Y su jefe ahí calladito sin decir nada respiraba hondo queriendo tranquilizarse, gastándose todo el aire.
Escuchaba la inspiración profunda del otro. Solos los dos. Y la oscuridad, y el dolor.
Era chico el ascensor, tanto que entre ellos dos no cabía ese pedo que la alivió.