Microcuento 6
Nov 5, 2024
No había música en la fiesta, ni cerveza, ni siquiera habían puesto sanguchitos. Unos cafés en vacitos de plástico, y galletitas de un surtido de tercera marca. Resultaba obvio, entonces, que todos tuvieran caras largas. Así no se podía animar a nadie. No había caso, ni su cara de payaso ni los chistes verdes hacían efecto.
Y lo peor de todo era lo otro. Lo que pasaba en la otra habitación, esa que tenía la caja sobre la que lloraban todos los que habían ido.