PALKHAT
El monstruo lo miraba con ojos fijos y brillantes, la boca abierta como un precipicio. Orielle, no recordaba por dónde había venido, y entendió que no podía huir. La caverna era resbaladiza, con agua podrida y restos de cosas que sugerían haber sido algo más grande y más completo mucho antes. Un olor potente y hondo ahorcaba el lugar. El brujo tanteaba el aire en busca de algo.
Si alguien más hubiese estado allí, hubiera dicho que por fin la ambición de Orielle lo llevó más allá del retorno; que ese fuego interior lo carbonizó. La cueva no era muy grande, pero el dios que la habitaba parecía ser gigante como una montaña.
El ambiente tenía una densidad extraña, como caminar debajo del agua. La totalidad del ser inundaba el lugar. El monstruo se acercó al brujo, todo dientes y hambre.
-¡Un momento poderoso Palkhat! Un creyente vino en tu búsqueda. –dijo Orielle y se arrodilló tan rápido como pudo.
-Quienes me buscan encuentran. Soy tu fin-dijo el dios y se abalanzó.
-¡Poderoso Palkhat! Escúcha a tu creyente, aunque sea una última vez. ¡Por favor! ¿Tienes algo mejor que hacer? –Orielle se jugaba todo en esa pregunta desafiante.
-Habla, brujo, tu tiempo se acaba.
-Sabio Palkhat, he encontrado tu nombre en rollos antiguos y ocultos; recorrí el mundo buscándote. Casi pierdo la vida para encontrarte más de una vez. -Orielle hablaba y veía como la historia de su dificultad y sacrificio henchían de orgullo al devorador- Pero, para mi triste sorpresa, mientras iba por los caminos diciendo tu nombre, nadie supo de quien hablaba. –la expresión del dios se hizo terrible.
-Viniste de muy lejos para tu muerte.- el todo del dios se agrandó. Los ecos de sus palabras retumbaban dentro de la cabeza de Orielle.
-No quiero ofenderte, gran dios, si he venido con tanto esfuerzo de tan lejos es porque creo en ti. –Orielle sabía convertirse en la imagen de la sumisión- Es por ello que te traigo solo verdad. Y preguntas.
-Habla..
-Las preguntas que tengo, poderoso Palkhat, no son para que le contestes a un humilde brujo de los caminos. Sin embargo, creo que pueden servir. –Orielle tomó aire, como si lo que fuera a decir fuera algo pesado y duro- ¿Hace cuánto que nadie te venera, Dios de la Muerte? ¿Hace cuánto que nadie viene a verte, tan siquiera para robarte? -el dios menguante calló.
Se sintió el odio en el aire, como algo frío y pegajoso. El cuerpo del brujo comenzó a picar, luego a arder.
-Eso es porque tus creyentes murieron. Perdiste triunfando; el sacrificio colectivo que hicieron en tu nombre te liquidó. -el brujo olía sus pelos chamuscarse, pero continuó. Su vida dependía de que continuase — Pronto, te olvidarán, cuando los pocos papiros que tengan tu nombre se pierdan o se hagan polvo, ya no vas a ser más. –dejó que las palabras hicieran su trabajo.
El dios se acercó como una niebla líquida y lo envolvió a Orielle, que sentía como patas o tentáculos le recorrían algo son cuerpo en él.
-Estás lleno de futuro brujito. Disfrutaré mucho comiéndomelo todo.
-Mereces desaparecer entonces, no vas a durar mucho más si te comés a tu último creyente. Uno que además te trajo algo para negociar. -dijo Orielle sonando lo más valiente que pudo sonar.
-¿Más sacrificios?
-Mejor. Un final; EL final.
-Las palabras no te salvan.
-Palkhat, eras el dios de la muerte para un pueblo que se sacrificó por entero para venerarte ¿no?
-Sí, todos se entregaron por última vez a mí. Para llenarme de poder y gloria…-el espíritu del dios se inflaba recordando.
-Pero tu pueblo no existe más. Está extinto.-dijo Orielle cortándolo- Pero yo tengo algo más grande que una solución.
-No me interesa. –Dijo y casi se lo tragó. Orielle no se dio cuenta cuando se orinó.
-Si muero ya nadie quedará para adorarte, y dejarás de existir.Por eso te propongo un trato. Me quedo contigo y te enseño esa solución que tengo, que te hará más y mejor de lo que eres. Serás mucho más de lo que fuiste. A cambio quiero dos cosas.
-¿Cuáles? –el dios flotaba como una medusa en el agua, con la paz globosa de la tranquilidad.
-Ahora no. Las dos cosas que quiero tendrás que obligarte a concedérmelas cuando llegue el momento. No antes.
-Querés que te dé algo que no sé qué es y no conozco su límite ni implicación. –dijo Palkhat con disgusto.
-Si.
-No hay trato.
-Entonces es el fin de los dos. -dijo Orielle.
Las fauces se cerraron, el dios se movió como la lava bajo el agua, Orielle no supo si estaba pensando o preparándose para morir.
-Dos cosas que te tengo que dar, una vez tú hayas cumplido tu parte del trato.
-Sólo dos, y nada más. Y si fallo, me comes y listo.
-Trato hecho, Brujo. Pero cuidado de engañarme.
-Jamás me atrevería a engañar al poderoso Pankhat.-dijo Orielle y se apoyó contra una pared- Voy a vivir contigo, todo el tiempo que haga falta. Y juntos te renovaremos.- El dios de la muerte, con seriedad, asintió.
Empezaron hablando. Orielle preguntaba y oía las respuestas. Palkhat era un dios moribundo de un pueblo olvidado, pero sabía cosas que no veían la luz desde antes de los grandes árboles. El brujo escuchaba atento, sin acusar el cansancio.
Palkhat por su parte, resultó ser muy curioso, le preguntó qué había sido del mundo desde que quedó morando en la cueva, cómo había cambiado. Escuchó de los nuevos dioses y de los zarpanantes, y se sorprendió al oír de los dragones.
Orielle perdió la cuenta del tiempo, pero muy entrado en su estadía descubrió que Palkhat tenía un gusto por las historias, más que por los hechos. Algo extraño en los dioses, siempre tan prosaicos. En ese momento comenzó. El brujo le contó historias, le habló del silencio entre las notas musicales, de los marcos de algunos cuadros; le explicó cómo era la inspiración antes de gritar y cómo después; le habló del abrazo que venía luego de un beso; y le contó de las despedidas entre amigos.
El dios flotaba plácido escuchando, de a ratos parecía luminiscente. Orielle veía como poco a poco algo cambiaba, Le siguió halando de cosas intrascendetes, y Palkhat, atento escuchaba. Pasaron así días, años, ya no importaba cuánto. Hasta que en un momento, la actitud de Orielle cambió.
-Ya hemos hablado suficiente. Me contaste mucho de lo que sabías, y te lo agradezco. Y yo te hablé del mundo que hay más allá. –dijo Orielle.
-Tus palabras me cambiaron, brujo. Urdiste un hechizo que me transformó. En lo que decías había oculto un mensaje más hondo. Gracias. –dijo flotando el dios.
-¿Yo? En absoluto. Sólo quise matar el tiempo hasta descubrir una manera de no morir.-dijo exagerando Orielle.
-He cambiado. Ya no puedo ser más el dios de la muerte, ya no hay a nadie para sacrificar. Pero, y gracias brujo, me has convertido en algo mucho más grande y enterno.
-¿Y se puede saber qué es eso? –preguntó Orielle, como quien pregunta a un niño una respuesta que le enseñó.
-En el Dios del FINAL. –dijo orgulloso Palkhat.
Se hizo un silencio como el viento. Los dos se miraron un largo rato.
-En el final de las cosas, de ésta conversación. No todo tiene vida, pero sí un final. Ahora estoy en los últimos actos de todas las cosas. En una guinda madurando, en un en un barco llegando a un puerto. Los finales son agridulces, y muchas veces bienvenidos. –Palkhat crecía mucho más que la caverna que los contenía.
-¿Cumplí mi parte del trato? –dijo Orielle orgulloso.
-Lo has hecho. Me toca honrar lo mío.
Orielle caminó por la caverna, con la seguridad de quien camina por un lugar conocido. Esuivaba las piedras afiladas, las goteras. Pero su mirada y su pensamiento estaban en otro lugar.
Fueron pocos minutos, pero el tiempo allí discurría distinto. Como un relámpago la luz del brujo se iluminó.
-Quiero que el final de mi vida no sea el final de mi historia. — el dios rió.