TRASNOCHADA

Ignacio Porto
4 min readMar 25, 2020

--

Le dolían los pies de tanto bailar. Mary se los masajeaba mientras el sol salía y ella, trasnochada, se preparaba unos mates. El casamiento de su hijo Guido había salido perfecto. Todos habían comido y bailado hasta que el día los amaneció a todos.

Pensaba en cuántos fueron: familiares, amigos, vecinos. Encontrarse con su exmarido había resultado menos incómodo de lo que esperaba. Rubén estaba más viejo, más pelado y más barrigón. Pero lo vió entre feliz y cansado, no supo si por la fiesta o por la novia nueva con la que fué al casamiento.

Mary se sentía joven y espléndida, pero a sus cincuenta y seis años sabía que debía verse como Rubén. No era para menos, con los preparativos y toda la familia ayudando recién ahora después de varios meses de correr con la organización podía empezar a parar un poco.

Sonó el teléfono con audios de sus hermanos. El fondo de la pantalla era una foto de Roma al atardecer; nunca había estado, a pesar de querer ir desde jovencita. Contestó los mensajes de agradecimiento, miró las fotos que le pasaron, se rió un poco. Se tomó unos mates, se duchó para sacarse toda la noche de encima y se fué a dormir. Soñó con nietos imaginarios y ciudades lejanas.

Despertó pasado el mediodía. Prendió el celular, un audio de su hijo le avisaba que ya habían embarcado en el avión. Le deseó le mejor a los dos y se puso a ordenar su casa.

Mientras ponía la ropa a lavar recordó a donde viajó cuando se casó: una semana en Bariloche y otra en Mar del Plata, era lo que le tocaba por el sindicato. Rubén y ella se habían quedado con las ganas de Europa, pero en aquélla época había que ser casi rico para esos viajes.

Barría el piso mecánicamente, con la experiencia de quien ha hecho algo tantas veces que no tiene que pensar en ello para hacerlo a la perfección. Mientras su cabeza imaginaba el viaje de su hijo y su nuera, allá por lugares desconocidos y mágicos.

Algo había escuchado en la cena; que Rubén y su noviecita se habían ido en un crucero por Grecia. Le dió rabia, Mary siempre había esperado ahorrar lo suficiente para viajar y tener todo bien preparado, no fuera cosa de que no saliera como lo había planeado.

Puso la tostadora y sacó mermelada, era tarde y no quería cocinar. Afuera ya era de noche. A Mary le seguía pesando el cansancio en el cuerpo. Sintió que ya no estaba para una noche entera de cachengue, pero había valido la pena. Por Guido, por la familia que se venía, por todo lo bueno que la hacía feliz.

Al final Rubén había hecho el viaje que soñaron juntos pero con otra mujer. No le dolía eso a Mary, claro que no. No eran celos lo que sentía en el ánimo, sino más bien algo como una mezcla entre estar equivocada y que le apretaran unos zapatos imaginarios.

Decidió viajar a Europa, se daría el gusto, cumpliría su sueño. Tanto trabajo ¿para qué?Comenzó por hacer una lista de las cosas que necesitaría para el viaje: Pasaje, hotel, dinero para la comida y las excursiones, botas, abrigo. La lista era cada vez más larga, cuanto más minuciosa la pensaba. Pero no era fácil pagar todo eso ya que ella apenas sobrevivía con su trabajo; y además quizá lo mejor fuera esperar a la “temporada baja”para ahorrar lo suficiente para el pasaje.

Se fue a dormir satisfecha con ella misma. Había sido valiente decidiendo viajar y prudente eligiendo posponerlo hasta acomodar las cosas. La noche era silenciosa, la cama mullida y las sábanas limpias eran el lugar perfecto para entregarse al descanso. Pero Mary no podía dormir.

Otra vez más sus preparativos se habían puesto en medio de su deseo. El momento adecuado, pensó, tenía que contruirlo. ¿O no?

Rápida se levantó, el suelo estaba frío para sus pies descalzos. Mientras la computadora se encendía, se fijó la hora en el celular. Una Roma atardeciendo le dijo que eran las dos de la mañana. En la página los pasajes eran caros pero no imposibles.

Mary se detuvo, ¿qué iba a hacer una mujer de Rafael Castillo, a su edad en Europa? Era una locura. Además casi no tenía ahorros. Era una locura, algo del momento. Mejor volver a dormir, se dijo Mary. Mientras se acomodaba en la cama volvió a ver la hora. Podía trabajar allá de cualquier cosa, pensó.

El celular le mostró un cielo ajeno y maravilloso. Algo como una verdad nació en su pecho.

Sacó el pasaje.

--

--

Ignacio Porto
Ignacio Porto

Written by Ignacio Porto

Cuentacuentos. Guionista. Amante de las historietas.

No responses yet