TRES ESPADAS

Ignacio Porto
3 min readApr 23, 2020

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Tres espadas sobre un bloque de mármol. Tres espadas silenciosas esperaban quietas su decisión. Ése era el gran problema que tenía Seldan frente a él. No que su padre, el rey, hubiera muerto. Eso no era un poblema, eso era un océano inmenso de dolor. Era una verdad impiadosa que siempre supo que debería enfrentar; como los huracanes o los rayos, hechos de la naturaleza que sucedían más allá de su voluntad.

Al día siguiente se oficiaría la ceremonia; funera y coronación, despedida y festejo. No podía existir un país sin rey, sin gobierno. Y Seldan era el sucesor. Se cumplirían los ritos como mandaban los textos, y el nuevo rey tomaría el poder del Pontifex Maximus y comenzaría su tiempo. Pero eso era fácil, hacer lo que le dijeran, quedarse serio y quieto. Lo que el príncipe no podía resolver era el dilema de las tres espadas.

Una herencia que se remontaba al inicio de su linaje y su reino. De tiempos remotos donde la magia abundaba y florecía a la luz del sol. Cada uno de los reyes debía elegir una al inicio de su mandato para empuñar durante su gobierno, una espada mágica que lo ayudaría en las cosas que fuera a hacer.

Ralya es una espada joven, llena de promesas. Tiene el ímpetu y la fuerza de todo lo que va a venir. No conoce el cansacio ni el reposo, rápida para la acción; puro deseo e ignorancia de las consecuencias. Podría decirse de igual manera que es valiente o temeraria. Busca la gloria más que el bienestar. Es una espada hecha para buscar grandes cosas.

Tendi conoce sus limitaciones, pero el tiempo le enseñó algunas astucias. Entiende de administrar la fuerza y los deseos, porque no le sobra ni unos ni otros. Espera antes de actuar, pero cuando lo hace es puro fuego. Sabe de dónde a venido y cuando mira hacia adelante busca el camino por el que quiere ir. Tiene un vigor moderado pero intenso. Sólo emprende las tareas posibles que sirvan en el largo plazo porque sabe de los que vienen detrás.

Serpeg, como siempre, está al final de las cosas. Lo ha visto casi todo, ya no tiene sorpresa ni dudas, sólo paz. Su don principal es la paciencia y jamás ha sido desenfundanda. Sabe que hay otras maneras de administrar su poder más allá de la fuerza. Está en el remanso de lo ya hecho, e imparte justicia y sabiduría con tranquilidad. No es una espada para las grandes tareas, ni para las pequeñas; ella sirve para la posteridad.

La decisión que Seldan vaya a tomar, él sabe, será un indicio de su reinado; un mensaje para enemigos y aliados. Pero el príncipe duda, ¿qué es más importante, el mensaje o la acción?

¿el presente o el futuro?

Y súbito un pensamiento le llegó; quizá elegir la espada fuera la primer decisión importante de muchas más. A partir de ahora, lo que él fuera a decir y hacer tendría un impacto y un mensaje, discurso y acción.

Tomó el mango de la primera, una fuerza como una pequeña electricidad le recorrió el brazo. Imaginó grandes campañas con hombres y barcos.

La segunda tenía un calor intenso y manso, con la mente vió construcciones en piedra y estandartes en salones, campos marchando y senderos desconocidos.

La última fue como tener en la mano una brisa fresca que hablaba de caminos y libros, de tribunales y prosperidad adormecida.

Llamaron a la puerta de la bóveda. El tiempo del funeral y la coronación había llegado. Pero sólo tenía dudas, ¿qué quería ser? Y más importante aún ¿qué quería decir que quería ser? Era muy pronto para decidir, era muy tarde para no hacerlo.

El Ponfifex Maximus habló del rey muerto, no tuvo que mejorar mucho sus virtudes, ni ocultar tanto sus defectos. Hubo llantos en la plaza mayor y silencio. Luego vino la coronación. Seldan se hincó y recibió la corona, las rodillas le temblaron pero nadie lo notó.

Toda la gente aguardaba con ansias lo que sucedería. Nobles y vulgo por igual, bajaron la cabeza antes de la revelación.

Seldan levantó los brazos con fuerza y convencimiento. Todos miraron asombrados, cuando vieron al joven rey y sus dos manos vacías.

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Written by Ignacio Porto

Cuentacuentos. Guionista. Amante de las historietas.

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